De niño siempre iba acompañado de
él y del mundo real. Yo era un niño bastante taciturno, contrariamente a él, un
megalómano que derrochaba alegría. Él siempre andaba con mucho cuidado de no
revelar a los demás sus sueños, pero a mí sí que me contaba las cosas que se le
pasaban por la cabeza. Por lo general no eran más que ideas absurdas, pero a mí
no me disgustaban.
En aquella época, la mayor parte
de las razones para que yo fuera tan taciturno se reducía a que no era capaz de
imaginarme a mí mismo de mayor, como un “adulto libre”. Estaba decepcionado con
casi todos los adultos que me rodeaban. No quería convertirme en un hombre
mediocre como todos ellos. Era un niño, pero tenía muy claro que eso de que la mediocridad
es una virtud era mentira.
Por eso los sueños que él me
contaba eran mi único consuelo. Pero hacia los 17 años, esos sueños que él me
contaba se convirtieron en un arma para desafiar a los adultos y a su
mediocridad. Él iba a resistir. Es más, estaba dispuesto a declarar la guerra
total al mundo real.
Ya no era muy partidario de
aliarme con nadie para nada, y empezó a presionarme con las malas maneras.
Cansado, no tuve más remedio que dejarlo adormecido. Era un recurso retórico
que me ayudaba a seguir adelante. Cuando llegue a los veinte, él seguía en su
letargo y, poco a poco, fue apagándose, desapareciendo. Dejé que las cosas
siguieran su curso sin hacer nada, porque quizá me resultaba incómodo no poder
demostrar que no era un megalómano. Al final, murió sin que nadie supiera de su
existencia, viviendo solo en mí. En cierto modo, los dos éramos desgraciados.
Mucho después de haber olvidado ya todo aquello, me encontré casi sin
darme cuenta trabajando como director de animación. No pasó mucho tiempo antes de que
mis amigos más íntimos y yo ideáramos un nuevo proyecto.
Lo que contaba principalmente
eran las ganas, y no importaba mucho precipitarse. A grandes rasgos, el
proyecto se basaba en hacer una obra que nos gustará, y ya está. Evidentemente,
tenía que ser una obra interesante, pero qué entendíamos por ese término en
otra cuestión: lo que importaba era la motivación. De pronto un día, al pasar
por una librería, me llamó la atención la cubierta de una revista. Fue un
momento decisivo.
Al ver aquel dibujo en la
portada, comprendí qué era lo que nos hacía falta para poder desarrollar
nuestro proyecto y que teníamos que evitar.
PORTADA: CHIHO SAITO
Hasta entonces ni siquiera se nos
había pasado por la cabeza un proyecto orientado al público femenino. Ya había
suficientes cosas así… Eso era lo que pensábamos. Pero aún así, a mí me había
cautivado el estilo de Chiho Saito. La verdad es que fue un flechazo.
Leí Magnolia Waltz. La historia trata de una joven japonesa que se
enamora de un joven oficial extranjero en los comienzos de la Era Showa
(1926-1989). La causa por la que el joven oficial lucha resulta no ser la Paz
Mundial, sino la libertad individual. Ante semejante muestra de fuerza
espiritual, ella se enamora profundamente y lo deja todo, familia y amigos,
para marcharse al país de su amado a buscar fortuna. El joven, en su lucha por
cambiar el orden del mundo, arbitrario y preestablecido, acaba muriendo. La
joven, en su lucha contra un sistema moral y normas sociales establecidos de
antemano, sólo haya el dolor de lo inevitable.
Por naturaleza, nadie puede ser
libre y amar al mismo tiempo.
Chiho Saito sabía de la
existencia de él. Es el joven oficial sin duda alguna.
Y entonces pensé que tenía que
conocer a Chiho Saito como fuera. “Los
hombres sublimes siempre mueren”, dice Chiho Saito. Ella sabía que los
hombres como el joven oficial están destinados a desaparecer de este mundo. No
es fantasía, es un hecho. Seguramente, yo también tenga una larga y osada vida
en su mundo desaparecido.
Chiho Saito, sabía de todo
corazón que sólo podía amar a ese joven oficial, y a nadie más. Y aunque a
estas alturas quizás sea ya demasiado tarde, estoy empezando a darle vueltas a
la forma artística de resucitarle. Aunque quizá sea sólo un sueño.
Nota: Este texto aparece en el último tomo del manga de “Utena, la chica revolucionaria”.
Suponemos que la finalidad de este texto, es para
conocer un poquito la vida de Kunihiko Ikuhara, sus proyectos de futuro,
en que momento conoció a Chiho Saito, y por último; como le llegó la
inspiración para crear un anime que lograra revolucionar los corazones de
muchos amantes del manganime.
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